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30.8.06

Todo lo que usted siempre quiso saber sobre los calzoncillos y nunca se atrevió a preguntar

Hoy os quiero hablar de un mundo tan apasionante como casi desconocido para la mayoría de los mortales: los calzoncillos.




Sí, porque esa prenda de ropa interior (que digo yo que más bien exterior, porque de toda la vida de dios se pone fuera del cuerpo, aunque a lo mejor soy yo el que los usa mal, porque no traen siquiera unas instrucciones de uso) tan tradicional, encierra un complejísimo mundo en el que sólo los más fuertes han osado entrar alguna vez. Y yo, en exclusiva para vosotros y a riesgo de lo que pueda pasar, voy a descubriros toda la verdad sobre el calzoncillo.

Para empezar, el calzoncillo admite varias acepciones: desde la más coloquial gayumbo, hasta otras mas clásicas como calzón, bombacho, suspensorio o simplemente “interior”, o las variantes más tradicionales dentro de la sabiduría popular como son “canzoncillos” o “carzoncillos”. No os liéis, nos estamos refiriendo a lo mismo, sí, a unos calzoncillos.

Y una vez que tenemos claro de qué estamos hablando, comencemos a explorar este nuevo mundo, cual Hermanos Pinzones, que eran unos marineros muy apañaos ellos.

El primer paso para explorar este mundo es ir a una calzoncilleria (sí, porque en las mercerías venden merces, de ahí su nombre, y yo lo que quiero es un calzoncillo no unos merces). Y lo primero que te preguntarán es que qué tipo de calzoncillo quieres, y tú dirás “pues unos calzoncillos, normales”........pero no, los calzoncillos normales no existen, y sólo puedo decirte ¡BIENVENIDO al increíble mundo de los calzoncillos!

Lo primero es elegir el tipo de corte de tu calzoncillo: si lo quieres short (de media pierna y ajustado), tipo ciclista (hasta la rodilla, y también ajustado), tanga (¿esta tía me ha visto cara de gay o qué?), boxer suelto (como los de tu padre), calzas (como los de tu abuelo, hasta los pies), slip (coño, ¡estos son unos calzoncillos normales!)... y antes deque te deje decir “pues uno de esos, de los normales”, te bombardean con otro montón de cuestiones....porque los hay sin costuras (estos deben criarse en invernaderos especiales, que nacen así enteros de algún arbusto o planta, porque no me explico yo cómo los cosen sin costuras, así que deben salir de la naturaleza de una sola pieza, tal cual), con costuras (pues claro, ¿no?), de talle bajo (tipo domund: que vas enseñando la hucha a todo quisqui), de cinturilla normal, elástica, lisa; anchos (para los culones), ...
Y tú te apresuras a decir: “uno de esos, de los de costuras, normales” claro, al menos si llevan costuras y se descosen, tu madre te los podrá volver a coser, porque dime tú qué haces con unos calzoncillos sin costuras que se te han descosido, aparte de tener un dilema metafísico del copón.

Una vez que hemos elegido el tipo de calzoncillo que queremos, y que empezamos a sacar el dinero para pagarlos, la dependienta te mira con cara rara, y te espeta un “pues ahora tendrás que decirme cómo los quieres”. A ver, esta tía no se ha enterado, quiero unos calzoncillos normales (unos “eslick” o como se diga) con costuras, digo yo. Y antes de que te deje abrir la boca, descubres que no sólo es un mundo, sino que te encuentras tú solo ante una galaxia entera que parece haberse conjurado hoy para que no te compres unos calzoncillos. Te dice si los quieres para alguna ocasión especial y tú te quedas pensando “sí, para subírmelos después de cagar”, pero no se lo dices porque tú eres un tío educado, un señor, un übersexual preocupado por su aspecto, pero que no pierde su masculinidad y encanto, así que te callas, y punto. Y ella te empieza a sacar unos modelitos dignos de Priscilla, con rejilla, transparencias, tiras para atar, .... y lo único que te hace pensar es que definitivamente esta tía te ha visto cara de gay, pero de gay, muy gay. O eso, o que todavía no se ha dado cuenta de que eres un tío (lo cual sería aún más grave, en este punto).

Y ahora que la tipa ha visto la reacción en tu cara, los guarda y susurra un “ya veo, que eres más bien clásico”, que te sienta como una patada en los mismísimos. Tú, que conservas como oro en paño ese CD de “Máquina total 8”, junto al “Ibiza Mix”, te pusiste internet con adsl wifi y megarouter xml 2.0, y te has tuneado el coche; encima tienes que permitir que la tiparraca esta te diga que eres “más bien clásico”. Perdona bonita, pero soy un tío muy moderno, pero a ver si te enteras de que no me va el rollo orgullo. En fin, ahora saca del cajón un montón de calzoncillos, con diferentes colores, estampados, franjas,... Y te dice que si quieres ver los de fantasía. Aviso para navegantes: aunque suene muy chachi eso de fantasía (si son de fantasía, es que serán fantásticos, ¿no?), esa palabra es muy peligrosa en una calzoncillería (o similar). Por razones de marketing, desde tiempo inmemoriales, hay una regla no escrita que dice que la palabra “hortera” queda terminantemente prohibida, y la mayoría de los comerciantes, para ignorancia de los ciudadanos de a pie, la han sustituido por “fantasía”. Así que decid que no, que no queréis ver los de fantasía, ¿estamos?.

Entonces descubrimos que hay ya no una galaxia, sino un universo al completo de estampados, colores y diseños. Desde los blancos “de toda la vida”, los cuales tienen sus pros y sus contras, por ejemplo, que cualquier resto indeseable de esas partes canta enseguida (es decir, la “gotilla amarilla” y la “zurraspa”), pero que vienen muy bien porque tú los metes en lejía sin preocuparte y listos otra vez, más blancos que el culo de ese dictador al que su mujer se lo lavaba con ariel. También los hay lisos de colores, en toda la gama de colores: negros, grises, azules, verdes, rojos, amarillos, lilas (insisto, esta tía me confunde con otra persona); y con un montón de diseños y estampados: tipo militar, a rayas horizontales, a rayas verticales, con franjas laterales, con dragones, con frases de malote, con la “s” de superman, con adornos brillantes, con franjas reflectantes,... Y tú, como quieres que la tía se de cuenta de lo moderno que eres, le pides los naranjas con franjas reflectantes, que vienen muy bien por si te dejan tirado en alguna cuneta, en calzoncillos (no quiero ni imaginar qué estarías haciendo alli...), pues así por lo menos llevas tus calzoncillos reflectantes reglamentarios.

Pero esto no ha acabado aquí, qué te pensabas. Tu que ya estabas con los 5 euros en la mano, y la tía erre que erre, ahora te dice que si eres alérgico a algo o de piel delicada (no lo digo más, ¿¿¿pero qué tío, con esta porte de macho ibérico, tiene la piel delicada???). Y me empieza a sacar un muestrario completo de diferentes materiales. Porque sí, parece ser que el único sector de nuestro país que tiene un departamento de I+D+i realmente competente son los fabricantes de calzoncillos: que si de lycra, de algodón 100%, de elastán, de poliéster, con tratamiento anti-bacterias, anti-alérgico, anti-humos, anti-gases, anti-ácaros, anti-guo,... Y tú, desesperado, le dices que los quieres de algodón, 100%. Porque digo yo que unos de algodón 95%, el 5% restante, se tiene que transparentar, y tú no quieres ir por ahí insinuando tus atributos así al primero que pase por la esquina...(primera, ejem, ¡a la primera que pase por la esquina! quería decir, ¿o es que no lo he dejado suficientemente claro?)

Así que tú, ya desesperado, le dices a la dependienta que quieres “esos”, que te han gustado mucho y que no quieres mirar más, que por favor te los ponga y te los cobre ya, que tienes prisa.

Y la dependienta, por una vez en toda la tarde, te hace caso: te los pone en su cajita, te los mete en una bolsita, y te dice el precio: ¡18,90 euros!, “es que es el modelo Rider de la nueva colección de Dim”. Y tú con los 5 euros en la mano, con cara de póker, convencido de que además de haberte vacilado todo lo que ha querido y más, ahora te quiere timar, porque te ha visto más cara de tonto que la cara de gay que sospechabas al principio. Como tu madre te ha dado una educación, aunque no te haya llevado a un colegio de pago, los pagas y ya te desahogarás en otro momento.

Llegas a casa y tu madre, te dice que si estás loco, que cómo te gastas 19 euros en unos calzoncillos, y ahora sí, no sabes ya dónde meterte.

Pero al menos sabes que parte de esos 18,90 euros han servido para algo, son una buena inversión, porque por un momento has sentido ese cosquilleo, esa sensación de ser la única persona en el mundo que ha explorado un terreno totalmente desconocido, y que has salido de allí con vida, así que te puedes sentir orgulloso.

Para terminar, el consejo de mi madre: “la próxima vez vete al mercadillo y cómprate los de la marca NISU (nisu-padre los conoce), el modelo ELPRI (elpri-mero que pilles del montón), que seguro que te sale más barato”.

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