Un niñato vestido de azul, con su camisita y su canesú
Aunque pronto le veremos vestir de gris, y es que Fernando Alonso, ese niño mimado prepotente, egocéntrico, maleducado, y sin dos de frente para pensar antes de hablar, se cambia de equipo.
El año pasado, cuando ganó su primer título mundial de campeón de Fórmula 1, agradeció a toda su afición el calor y apoyo que le brindaban pidiéndoles que "pase lo que pase, nunca cambiéis de color: seguid siendo siempre la marea azul". No he encontrado ninguna fuente fiable por Internet que recoja esta afirmación, pero seguro que si sois aficionados la recordáis perfectamente.
Pues bien, hoy mismo, tras la celebración y homenaje que le han dado en Oviedo (para inflar aún más su hinchadísimo ego), ha declarado que, una vez que su cambio de equpo es oficial, "el gris es un buen color, y toda mi afición puede quedar muy bien en las gradas con los colores grises".
Este niñato demuestra entonces que, por mucho que los pobres españolitos de "a pie" le hayan inflado su ego hasta límites infinitos, a el sólo le importa quien le hincha la cuenta bancaria.
Y es que a mi el tiparraco este no me cae bien, digamos que me cae peor que una fabada para desayunar un día de resaca. Pero no sólo por esto. Porque el ya ha demostrado en numerosas ocasiones que es un tío guay, que hace y dice lo que le sale de los webs, y encima tiene a miles de españoles que le ríen las gracias.
Hasta tal punto le reímos las gracais, que el año pasado se le concedió el Premio Príncipe de Asturias del Deporte. Y digo yo ¿a cuento de qué se le da un Premio de este calibre a un niñato que no ha aportado nada de verdadera importancia al panorama socio-cultural del mundo?.
¿Podemos acaso comparar el nombre de Alonso, un niñato de apenas 2o años que está comenzando su carrera, con personalidades del deporte como Serguei Bubka, Hassiba Boulmerka, Juan Antonio Samaranch, Steffi Graff, o Arancha Sánchez Vicario? Todos estos premiados han demostrado, a lo largo de una extensa y fructífera carrera, unos valores de superación, de mérito, incluso sus éxitos en el deporte han tenido consecuencias políticas, o mejor dicho, han tenido éxitos deportivos a pesar de las circunstancias sociales y políticas que les rodeaban. O instituciones como el Tour de Francia, o el equipo español de Maratón. Y ya no quiero nombrar a demás personalidades e instituciones que han sido ganadoras de tan prestigioso premio, como la Real Academia de la Lengua Española, ACNUR, la investigadora Jane Goodall, el dramaturgo (y ex-marido del la tentación rubia, y no, no hablo de Scarlett) Arhtur Miller, el genial Woody Allen, nuestro querido Peeeeeeeedro, el gran Paco de Lucía, el imaginativo Santiago Calatrava, doña María Zambrano, o el sociólogo y analista sir Raymond Carr.
Y yo me pregunto, ¿qué co*o pinta el nombre de Fernando Alonso en una lista de personalidades e instituciones como las que os he nombrado? ¿Acaso no estamos sobrevalorando a un chavalín cuyo único mérito ha sido el abandonar los estudios por arriesgar su vida en carreras de coches superando los 300km/h en un país cuya tasa de muertes por accidentes de tráfico está en la cabeza de la Unión Europea? ¿Por qué nos tenemos que tragar las peripecias al volante de este señorito hasta en la sopa? ¿Es que no hay nadie más que piense que lo que está haciendo este país con este chaval es una especie de suicidio colectivo con tendencias amnésicas? Porque decidme, ¿quién se acordará de él y de lo que es un coche de fórmula 1 si, por cualquier circunstancia, deja de ganar títulos e incluso de particpar en las carreras?
¿Es que nadie más piensa que en este país tenemos la puñetera manía de encumbrar y sobrevalorar a ídolos prefabricados sólo porque no somos capaces de tener una vida plenamente satisfactoria en nuestro núcleo social?
¿Es que alguien necesita la figura de este niñato para realizarse como persona?
Si has contestado "sí", colega, yo que tú iría a un médico a que me lo miraran...
El año pasado, cuando ganó su primer título mundial de campeón de Fórmula 1, agradeció a toda su afición el calor y apoyo que le brindaban pidiéndoles que "pase lo que pase, nunca cambiéis de color: seguid siendo siempre la marea azul". No he encontrado ninguna fuente fiable por Internet que recoja esta afirmación, pero seguro que si sois aficionados la recordáis perfectamente.
Pues bien, hoy mismo, tras la celebración y homenaje que le han dado en Oviedo (para inflar aún más su hinchadísimo ego), ha declarado que, una vez que su cambio de equpo es oficial, "el gris es un buen color, y toda mi afición puede quedar muy bien en las gradas con los colores grises".
Este niñato demuestra entonces que, por mucho que los pobres españolitos de "a pie" le hayan inflado su ego hasta límites infinitos, a el sólo le importa quien le hincha la cuenta bancaria.
Y es que a mi el tiparraco este no me cae bien, digamos que me cae peor que una fabada para desayunar un día de resaca. Pero no sólo por esto. Porque el ya ha demostrado en numerosas ocasiones que es un tío guay, que hace y dice lo que le sale de los webs, y encima tiene a miles de españoles que le ríen las gracias.
Hasta tal punto le reímos las gracais, que el año pasado se le concedió el Premio Príncipe de Asturias del Deporte. Y digo yo ¿a cuento de qué se le da un Premio de este calibre a un niñato que no ha aportado nada de verdadera importancia al panorama socio-cultural del mundo?.
¿Podemos acaso comparar el nombre de Alonso, un niñato de apenas 2o años que está comenzando su carrera, con personalidades del deporte como Serguei Bubka, Hassiba Boulmerka, Juan Antonio Samaranch, Steffi Graff, o Arancha Sánchez Vicario? Todos estos premiados han demostrado, a lo largo de una extensa y fructífera carrera, unos valores de superación, de mérito, incluso sus éxitos en el deporte han tenido consecuencias políticas, o mejor dicho, han tenido éxitos deportivos a pesar de las circunstancias sociales y políticas que les rodeaban. O instituciones como el Tour de Francia, o el equipo español de Maratón. Y ya no quiero nombrar a demás personalidades e instituciones que han sido ganadoras de tan prestigioso premio, como la Real Academia de la Lengua Española, ACNUR, la investigadora Jane Goodall, el dramaturgo (y ex-marido del la tentación rubia, y no, no hablo de Scarlett) Arhtur Miller, el genial Woody Allen, nuestro querido Peeeeeeeedro, el gran Paco de Lucía, el imaginativo Santiago Calatrava, doña María Zambrano, o el sociólogo y analista sir Raymond Carr.
Y yo me pregunto, ¿qué co*o pinta el nombre de Fernando Alonso en una lista de personalidades e instituciones como las que os he nombrado? ¿Acaso no estamos sobrevalorando a un chavalín cuyo único mérito ha sido el abandonar los estudios por arriesgar su vida en carreras de coches superando los 300km/h en un país cuya tasa de muertes por accidentes de tráfico está en la cabeza de la Unión Europea? ¿Por qué nos tenemos que tragar las peripecias al volante de este señorito hasta en la sopa? ¿Es que no hay nadie más que piense que lo que está haciendo este país con este chaval es una especie de suicidio colectivo con tendencias amnésicas? Porque decidme, ¿quién se acordará de él y de lo que es un coche de fórmula 1 si, por cualquier circunstancia, deja de ganar títulos e incluso de particpar en las carreras?
¿Es que nadie más piensa que en este país tenemos la puñetera manía de encumbrar y sobrevalorar a ídolos prefabricados sólo porque no somos capaces de tener una vida plenamente satisfactoria en nuestro núcleo social?
¿Es que alguien necesita la figura de este niñato para realizarse como persona?
Si has contestado "sí", colega, yo que tú iría a un médico a que me lo miraran...
